Revista Ciencias de
la Actividad Física UCM. N° 20(1) enero-junio 2019, ISSN:0719-4013
Análisis de la relación entre salud, ejercicio
físico y condición física en escolares y adolescentes
Analysis of the relationship between health, physical exercise and physical
fitness in schoolschildren and adolescents
* Dr. Andrés Rosa-Guillamón
Rosa-Guillamón, A. (2018). Análisis de la relación entre salud, ejercicio
físico y condición física en escolares y adolescentes. Revista Ciencias de
la Actividad Física UCM, N° 20(1) enero-junio, 1-15. DOI: http://doi.org/10.29035/rcaf.20.1.1
RESUMEN
La evidencia científica disponible confirma que los sujetos con patrones de
actividad física habitual tienen menos probabilidad de desarrollar problemas
de salud. La condición física es un indicador biológico del estado general de
salud. La relación entre actividad física y condición física en sujetos
jóvenes muestra resultados contradictorios. La metodología de esta revisión
bibliográfica se basó en la búsqueda, el análisis y la interpretación de la
literatura científica disponible sobre la relación entre la salud, el
ejercicio físico y la condición física. Los objetivos fueron: 1) examinar los
principales indicadores de la condición física en sujetos jóvenes; 2)
fundamentar teóricamente la importancia de la condición física y la actividad
física para la salud; 3) sintetizar los criterios de prescripción de
ejercicio físico para la salud; 4) clarificar la relación entre AF y CF en
sujetos jóvenes. Los resultados mostraron que la capacidad aeróbica, la
fuerza y la adiposidad son los principales indicadores de condición
física-salud. Los criterios actuales de prescripción del ejercicio físico son
efectivos. En conclusión, aunque no exista consenso sobre la relación entre
ejercicio físico y condición física en jóvenes, es innegable la necesidad de
realizar actividad física de manera sistemática para tener una buena salud.
PALABRAS CLAVE
Salud, ejercicio físico, condición física, niños, adolescentes.
ABSTRACT
The available scientific evidence confirms that people with habitual physical
activity patterns are less likely to develop health problems. The physical
fitness is a biomarker of overall health status. The relationship between
physical activity and physical fitness in young people shows contradictory
results. The methodology of this bibliographic review was based on the
search, analysis and interpretation of available scientific literature on the
relationship between health, physical exercise and physical condition. The
aims were: 1) to examine the main indicators of physical fitness in young
people; 2) to base theoretically the importance of physical fitness and
physical activity for health; 3) synthesize the criteria of prescription of
physical exercise for health; 4) clarify the relationship between physical
activity and physical fitness in young people. The results showed that aerobic
capacity, strength and adiposity are the main indicators of physical
fitness-health. The current prescription criteria for physical exercise are
effective. In conclusion, although there’s no consensus on the relationship
between physical exercise and physical fitness in young people, is undeniable
the need to do regular physical activity to have good health.
Key words
Health, physical exercise, physical fitness, schoolchildren, adolescents.
* Investigador asociado al Departamento de Expresión Plástica, Musical y
Dinámica de la Universidad de Murcia. Maestro de Educación Física en el CEIP
Miguel Medina de Archena (Murcia, España).
1. INTRODUCCIÓN Y PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La evidencia científica disponible confirma que los sujetos con patrones de
actividad física (AF) habitual tienen menos
probabilidad de desarrollar problemas de
salud; asimismo, se ha evidenciado una relación inversa entre el
estado de condición física (CF) y el riesgo de morbimortalidad, mostrándose
como un indicador biológico de la salud más fiable que la AF (Blair, 2009).
En sujetos jóvenes, estudios transversales (García-Artero y cols., 2007)
y prospectivos (Twisk, Kemper y
Van Mechelen, 2002) confirman que no es suficiente con incrementar la AF,
puesto que el riesgo cardiovascular futuro está más influenciado por el nivel
de CF que por la cantidad de AF que se realiza. Esta afirmación precisa ser
matizada ya que no es conveniente analizar esta relación sin tener en cuenta
el papel de diversos factores de confusión, como la adiposidad, los
determinantes genéticos y los condicionantes socioculturales (Ortega, Ruiz, Hurtig-Wennlöf &
Sjöström, 2008b).
En un estudio de intervención se observó que solamente la AF de moderada a
vigorosa intensidad tenía efectos sobre la condición cardiovascular y la
adiposidad (Gutin y cols., 2002).
Los resultados de un trabajo transversal mostraron que aunque la AF intensa
así como el total de AF acumulado tenían una influencia sobre la condición
cardiovascular, solamente la AF intensa actuaba como determinante en el grado
de adiposidad (Ruiz y
cols., 2006).
Si observamos los patrones de AF habitual en sujetos jóvenes, dado que tanto
el estado de CF como la adiposidad tienen un marcado componente genético, es
menos probable que un individuo que hereda una predisposición a baja CF o a
un estado de obesidad se involucre en cualquier tipo de AF de moderada a
vigorosa intensidad (Martínez-Vizcaíno
& Sánchez-López, 2008). Teniendo en cuenta esto, la relación entre la
capacidad aeróbica (CA) y el riesgo cardiovascular futuro podría estar
mediatizada también por la herencia genética. Se ha demostrado por un lado,
una relación directa de la CA con los polimorfismos de la enzima de
conversión de angiotensina (Boraita,
De La Rosa, Heras, De La Torre, Canda & Rabadán, 2010); y, por otro
lado, una asociación entre un estatus de infrapeso al nacimiento (en parte
genéticamente determinado) con una CA baja en edades tempranas (Castro-Piñero y cols., 2011).
Además, se ha puesto en duda la direccionalidad de la asociación entre la AF
y el grado de CF. Investigadores del Amsterdam Growth and Health Longitudinal
Study, tras 23 años de seguimiento concluyeron que los patrones de AF
habitual durante la adolescencia mantenían una relación poco consistente con
la CA, mostrándose dudas en la dirección de esta relación, y que la AF en la
adolescencia no se asociaba con la CA en la adultez, señalando que los
factores genéticos podrían ser más determinantes que los ambientales en la
relación entre AF y CA (Kemper
& Koppes, 2006). Por otro lado, la diferente intensidad en la
significación encontrada entre AF y CF en función del sexo ha sido
relacionada con diferencias de tipo sociocultural (Ortega y cols., 2008b), no habiéndose
demostrado de manera empírica.
A partir de los datos de estos estudios, surgen hipótesis acerca del papel
del género, la influencia genética y otros determinantes medioambientales en
la relación entre los patrones de AF habitual, el estado de CF y la
adiposidad (Martínez-Vizcaíno
& Sánchez-López, 2008).
En base a esto, en este trabajo se plantean los siguientes objetivos: 1)
examinar los principales indicadores de la CF en sujetos jóvenes; 2)
fundamentar teóricamente la importancia de la CF y la AF para la salud; 3)
sintetizar los criterios de prescripción de ejercicio físico para la salud;
4) clarificar la relación entre AF y CF en sujetos jóvenes.
2. DESARROLLO
La capacidad aeróbica y su influencia sobre la salud relacionada con la
condición física
La CA constituye uno de los principales exponentes del estado de CF.
Refiere a la facultad de un individuo para soportar un esfuerzo físico
de manera prolongada (Jiménez-Moral,
Zagalaz, Molero, Pulido-Martos & Ruiz, 2013), siendo el consumo
máximo de oxígeno (VO2 máx.) el parámetro fisiológico que mejor la define en
términos de CF cardiovascular (Castillo-Garzón,
2007). La CA es un potente biomarcador del estado general de salud,
especialmente de las funciones cardiovascular, metabólica y respiratoria (Kodama, Saito, Tanaka, Maki,
Yachi, Asumi & Sone, 2009), así como un relevante indicador de
calidad de vida (Gálvez y
cols., 2015).
La evidencia científica procedente de estudios prospectivos ha demostrado
que, en adultos, la CA es el predictor más relevante de
morbilidad y mortalidad por enfermedad cardiovascular (LaMonte, Barlow, Jurca,
Kampert, Church & Blair, 2005). En los últimos años, se ha observado
una alta correlación entre la CA y diversos parámetros de salud en sujetos
jóvenes como el nivel de adiposidad, el perfil lipídico, la resistencia
a la insulina, parámetros relacionados con el síndrome metabólico y la
resistencia arterial (Ruiz y
cols., 2007).
Se ha descrito la relevancia de la CA como indicador de riesgo cardiovascular
por encima de otros factores consolidados como la
dislipidemia, la hipertensión y la obesidad (Kodama y cols., 2009; Ortega, Ruiz & Castillo,
2013). Aunque gran parte de las manifestaciones clínicas de
las enfermedades crónicas, cardio-respiratorias y cerebro-vasculares se
producen durante la adultez, la evidencia científica
disponible señala que su origen patogénico se encuentra en edades tempranas (Ortega y cols., 2005). En este
sentido, se ha observado que un nivel bajo de CA (VO2 máx. < percentil 20)
en jóvenes se asocia con un riesgo de 3-6 veces superior a desarrollar
hiperpertensión, síndrome metabólico o diabetes en la adultez que sus
semejantes con niveles altos de CA (VO2 máx. < percentil 60) (Carnethon, Gidding, Nehgme,
Sidney, Jacobs & Liu, 2003).
La evaluación de la CA en escolares y adolescentes es, por tanto, de gran
interés a nivel clínico y de salud pública, especialmente orientada a la
mejora de la función cardiovascular (Gálvez y cols., 2015; Rosa, García-Cantó,
Pérez-Soto & Rodríguez, 2015; Secchi, García, España-Romero
& Castro Piñero, 2014). Para ello, es necesario
un instrumento que cumpla los requisitos de
fiabilidad, validez y viabilidad. El VO2 máx. ha sido relacionado de manera
directa con el rendimiento deportivo y el estado de salud relacionada con la
CF (McLaughlin, Howley,
Bassett, Thompson & Fitzhugh, 2010). Desafortunadamente, la
evaluación del VO2 máx. tanto en el laboratorio como en población general
requiere de la utilización de analizadores de gases que limitan la evaluación
por su elevado coste, la duración y los requisitos técnicos para llevarlo a
cabo (García & Secchi,
2014). Los test de campo representan una alternativa práctica y viable en
estudios epidemiológicos. El test de Course-Navette permite evaluar
simultáneamente a un gran número de personas en un espacio reducido, la
validez y la fiabilidad demostrada en personas de 8 a 47 años, su seguridad y
viabilidad (García &
Secchi, 2014).
La fuerza muscular y su influencia sobre la salud relacionada con la
condición física
Durante los últimos años, ha cobrado especial interés el análisis del papel
de la fuerza muscular (FM) en la realización de ejercicio físico y otras
actividades de la vida cotidiana, así como en la prevención de enfermedades (Wolfe, 2006).
La FM constituye otro importante exponente del estado de CF (Rosa-Guillamón & García-
Cantó, 2017), y representa una medida directa del estado general de salud
biológica, especialmente de los sistemas osteo-articular, cardio-vascular y
metabólico (Castillo-Garzón, 2007;
García- Artero y cols.,
2007).
La FM disminuye con la edad, aunque también puede mejorar su nivel mediante
ejercicio físico y entrenamiento, retrasando el proceso de deterioro
osteo-articular y muscular (Kraemer
y cols., 2002).
Investigaciones de corte transversal han descrito que la FM se relaciona de
manera inversa con distintos parámetros asociados con el síndrome
metabólico (glucosa, lipoproteínas de alta densidad,
tensión arterial, triglicéridos, y perímetro de cintura) (Jurca, Lamonte, Barlow,
Kampert, Church & Blair, 2005), así como con proteínas de inflamación
aguda (Schaap, Pluijm, Deeg
& Visser, 2006). Estudios prospectivos han constatado que aquellos
varones que tenían niveles superiores de FM presentaban menor prevalencia de
síndrome metabólico (Jurca y
cols., 2005).
Por tanto, desarrollar y valorar el nivel de FM es una necesidad médica para
mejorar el bienestar de la población y la salud pública (Castillo-Garzón, 2007). La fuerza
de prensión manual y la potencia de salto horizontal son dos indicadores de
valoración del nivel de FM y han sido utilizados en investigaciones
internacionales (Jurca y
cols., 2005). La fuerza de prensión manual es un relevante predictor de
calidad de vida (Ruiz-Ruiz,
Mesa, Gutiérrez & Castillo, 2002). Se ha observado que el test de
dinamometría manual es un adecuado instrumento relacionado con la longevidad
y la mortalidad (Jurca y
cols., 2005). La valoración de la potencia del tren inferior es, también,
un marcador fiable del estado biológico de salud.
Se ha constatado en pacientes con afección cardiaca que la FM de las
extremidades inferiores se encuentra asociada positiva y directamente con la
morbimortalidad, incluso por encima de otros parámetros fisiológicos bien
establecidos como el VO2 máx. (Castillo-Garzón,
2007). Con respecto a sujetos jóvenes, investigaciones de corte
transversal han demostrado la asociación entre diversos factores de riesgo
cardiovascular y el nivel de FM, tanto en el tren superior como en el
inferior (Ortega y cols.,
2004).
La importancia de la FM como indicador biológico de salud y su asociación con
otros parámetros biológicos es por tanto una evidencia científica (Castro-Piñero y cols., 2009).
Otros indicadores de la salud relacionada con el estado de condición
física
Otros indicadores que determinan el estado de CF son la coordinación
óculo-manual y óculo-pédica, el equilibrio estático y dinámico, la
flexibilidad, el tiempo de reacción simple y discriminativo, y la composición
corporal (Ruiz, 2007).
Algunos estudios demuestran el deterioro funcional que se produce en estas
cualidades con el transcurrir de los años. Esto ayuda a comprender el papel
que ejercen los procesos asociados al envejecimiento y el estado concreto de
cada una de ellas por periodo evolutivo y sexo, aportando las bases
científicas necesarias para una adecuada planificación del entrenamiento (Castillo- Garzón, 2007). Personas
sanas han demostrado carencias significativas en distintos test de CF ya
desde edades tempranas, lo cual se ha visto que tiene importantes
consecuencias en edades posteriores (Ruiz y cols., 2006; Ruiz, 2007).
La condición física es fundamental para la salud desde edades tempranas
Conocer la relación entre la CF y los factores de riesgo de enfermedad
cardiovascular en sujetos jóvenes es, en esencia, la explicación que sostiene
el incremento experimentado durante los últimos 15 años en la producción
científica sobre esta temática (Ortega, Ruiz & Castillo,
2013; Ruiz, 2007).
Numerosos trabajos demuestran que el estado de CF constituye un excelente
predictor, quizás el mejor, de la expectativa de vida y, lo que es más
importante, de la calidad de vida desde la infancia (Castillo-Garzón, 2007; Gálvez y cols., 2015; Gulati y cols., 2003; Laukkanen y cols., 2001).
Estudios epidemiológicos y prospectivos que han medido con rigor los
parámetros de CF han mostrado una relación inversa entre el estado de
CF y el índice de morbi-mortalidad de la población. Se ha observado que esta
asociación es mucho más potente cuando se relaciona el nivel de CF con el
riesgo potencial de padecer patologías cardiovasculares, tanto en personas
sanas como en enfermos con patología cardiovascular subyacente (Myers, Prakash, Froelicher, Do,
Partington & Atwood, 2002).
La mejora de algunos indicadores de la CF a partir del ejercicio físico no
solo afecta positivamente a la salud física, sino también a la salud mental y
calidad de vida (Colcombe y
cols., 2003). Algunos estudios han demostrado que los patrones de AF
habitual y el grado de CF que posee un sujeto contribuyen a mejorar el
autoconcepto, la autoestima, la depresión, la ansiedad y los trastornos del
pánico (Babyak y cols., 2000;
Gálvez y cols., 2015; Jiménez-Moral y cols., 2013;
Rodríguez-García, P.L.,
Gálvez, A., García-Cantó, E., Pérez-Soto, J.J., Rosa, Tárraga, L. &
Tárraga, P.J. (2015); Rodríguez-García
y cols., 2014). Incluso se ha constatado la eficacia del ejercicio físico
tras 16 semanas como tratamiento coadyugante antidepresivo sin poseer los
efectos secundarios de la administración de fármacos (Babyak y cols., 2000).
Si se considera que mantener un buen estado de CF se ha convertido en una
necesidad fisiológica y evaluar la CF una necesidad de salud pública (Ardoy y cols., 2010), se
hace necesario un instrumento que cumpla los requisitos de fiabilidad,
validez y viabilidad. Además, debe motivar especialmente a sujetos en edad
escolar y adolescente para conocer su estado de salud, promover la AF
extraescolar, identificar factores de riesgo y diseñar programas de educación
física (Secchi y cols., 2014).
Una batería adecuada es la ALPHA-Fitness (Ruiz y cols., 2011), la
cual ha sido administrada satisfactoriamente por docentes de educación física
en recientes estudios (Gálvez
y cols., 2015; Rodríguez-García
y cols., 2015; Rodríguez-García
y cols., 2014; Rosa,
García-Cantó & Pérez-Soto, 2017; Rosa y cols., 2015).
Efectos de la realización habitual de ejercicio físico sobre la salud
La realización de ejercicio físico es una de las mejores estrategias
actualmente disponibles para favorecer el bienestar y
la calidad de vida de las personas (U.S. Department of Health and
Health Services, 2000). Concretamente, la AF sistemática contribuye a
mantener e incluso mejorar distintas funciones orgánicas como la
músculo-esquelética, la osteo-articular, la cardio-circulatoria,
respiratoria, la endocrino-metabólica, la inmunológica y la psico-neurológica
(Castillo-Garzón, 2007). Pero
los efectos son también de carácter indirecto ya que la realización de
ejercicio físico de manera habitual favorece, en general, la capacidad
funcional del individuo mostrándose como sinónimo de un buen estado general
de salud, mejor respuesta adaptativa y mayor resistencia ante la morbilidad y
la enfermedad.
La evidencia científica disponible indica que la AF regular reduce el riesgo
de desarrollar o incluso morir de lo que actualmente se consideran son los
principales y más graves determinantes de morbi-mortalidad en los países del
primer mundo (Ortega y
cols., 2013). Independientemente del perfil del individuo, ya sea un
atleta o una persona normal, el cumplimiento de un programa de entrenamiento
favorece la mejora de la capacidad funcional global del organismo (Castillo- Garzón, 2007). Cuando
una persona se somete a un programa de entrenamiento las sesiones
de práctica tienen que estar perfectamente adaptadas a las características y
necesidades del individuo, se deben considerar períodos de regeneración y se
deben aplicar en el momento adecuado del período de adaptación al esfuerzo o
también conocido como súper-compensación. El efecto perseguido depende, por
tanto, del respeto a los principios básicos del entrenamiento, ya que si el
estímulo que representan las sesiones de práctica no se aplica adecuadamente,
en el momento adecuado y respetando los periodos de descanso y adaptación, el
efecto producido puede ser incluso el contrario al pretendido, es decir, una
evidente pérdida de capacidad funcional (Castillo-Garzón, 2007). Algunos
trabajos indican que la AF adecuada es capaz de ejercer una serie de efectos
positivos, independientemente de la edad, estado de salud y CF que la persona
posea (Ortega y cols., 2013).
Durante las últimas décadas, la prescripción de ejercicio físico no solo es
habitual en la prevención primaria y secundaria de diversas patologías sino
también como parte de una estrategia terapéutica global. Es, por eso, que las
principales instituciones de salud de los países
desarrollados han diseñado programas de fomento de la AF y educación en el
fitness y alimentación entre los ciudadanos (NASPE,
2004; Schmitt, 2007; U.S. Department of Health and
Health Services, 2000). Una de las más importantes y que ha sido
utilizada como ejemplo para otras es la planteada por el Departamento de
Salud Norteamericano planteando la AF como uno de los más relevantes
indicadores de salud, incluso por delante de la prevención de la obesidad, el
tabaco, la inmunización o la asistencia sanitaria (U.S. Department of Health and
Health Services, 2000).
A pesar de los beneficios bien establecidos del ejercicio físico, el estilo
de vida de la mayoría de las personas, tanto escolares como jóvenes, es poco
activo o sedentario (Myers,
Atwood & Froelicher, 2003). Este problema se acentúa en la edad
adulta, y es especialmente llamativo en la mujer (Ortega y cols., 2005; Ortega y cols., 2008b). Esto tiene
importantes costes negativos no solo a nivel personal sino también para la
salud pública dada la sobrecarga y el coste económico y social que determinan
las enfermedades ligadas con el sedentarismo y sus consecuencias (Babyak y cols., 2000; Kodama y cols., 2009; Tomkinson & Olds, 2007).
No obstante, algunos autores han planteado ciertas dudas sobre los procesos
que intervienen en la relación entre la AF y el grado de CF (García-Artero y cols, 2007;
Martínez-Vizcaíno &
Sánchez-López, 2008). Se ha descrito que la AF es una conducta y la CF,
un estado; además de por factores genéticos, el nivel de CF se encuentra
influenciado por determinantes de tipo personal y social. Como por el momento
no se puede influir en factores de tipo genético, la prioridad de
cualquier intervención debe centrarse en
modificar aquellas condiciones
individuales y sociales necesarias para la AF. Se ha
observado que el grado de CF de un individuo puede mejorar,
independientemente de la edad, mediante la aplicación de programas de
intervención adecuados, pero para ello es importante conocer el estado del
que parte y en qué elementos se necesita más atención (Castillo-Garzón, 2007). Es, por
esto, importante actuar sobre tres aspectos fundamentales: a) realizar una
evaluación inicial; b) registrar los datos; y, c) comparar los resultados con
valores de referencia adaptados a la edad y sexo (Ortega, Ruiz & Castillo,
2013).
Criterios para la prescripción del ejercicio físico para la salud
El ejercicio físico que se prescribe pretende, por un lado, la promoción del
bienestar de la persona y, de otro lado, utilizar los conocimientos
científicos que aportan la fisiología del ejercicio y del entrenamiento
deportivo para potenciar los efectos positivos de los distintos tipos de
ejercicio sobre las diversas funcionalidades orgánicas, y de manera concreta
sus efectos adaptativos endocrino-metabólicos (Castillo-Garzón, 2007). De la
misma forma, es necesario evitar o cuando menos minimizar las consecuencias
negativas que el ejercicio físico puede tener cuando se sobrepasan,
generalmente por desconocimiento, las capacidades fisiológicas del individuo.
En estos niveles de actividad, la línea que separa los efectos positivos de
los negativos (lesiones), hace imprescindible una prescripción
individualizada y científicamente contrastada, seguida de un óptimo proceso
de control y seguimiento por parte de profesionales que, conforme se vaya
necesitando, realicen las adaptaciones pertinentes dentro de la situación
médico-fisiológica en que se encuentre el individuo. La prescripción de
ejercicio físico desde la perspectiva de la salud se basa en la intervención sobre
una serie de elementos fundamentales: AF de carácter aeróbico, entrenamiento
de FM, mejora de la flexibilidad y la movilidad articular, así como el
desarrollo del equilibrio y coordinación (Ardoy y cols., 2010).
La OMS (2010) con objeto de mejorar la función
cardiorrespiratoria, la CF neuromuscular, la salud ósea y los biomarcadores
cardiovasculares y metabólicos, recomienda que los sujetos de 5-17 años acumulen
un mínimo de 60 minutos diarios de AF moderada (3 - 6 METs) o vigorosa (>
6 METs). Sobrepasar la AF durante más de 60 minutos reporta beneficios
adicionales para la salud. Esta AF diaria debería ser, en su mayor parte
aeróbica, y convendría incorporar actividades vigorosas, en particular para
fortalecer la capacidad músculo-esquelética, como mínimo tres veces a la
semana.
La iniciativa estadounidense Healthy People 2010 (U.S. Departmentof Health,
2000), recomienda una AF moderada (≥ 30 min, ≥ 5 d/sem, ≥ 3 METS), y una
AF vigorosa (≥ 20 minutos continuos, ≥ 3 d/sem, ≥ 6 METS). Estas
recomendaciones han sido descritas como unas de las propuestas más apropiadas
para sujetos de enseñanza primaria y han sido adoptadas por el Ministerio de
Sanidad de España (Ministerio de
Sanidad, 2006).
Strong y cols., (2005)
plantean la realización de AF aeróbica de moderada intensidad, de 30 a 60
minutos de duración, tres o siete días/semana, ya que han constatado que se
reduce la grasa visceral y total en niños y adolescentes con sobrepeso,
aumenta el c-HDL y disminuyen los triglicéridos; además de trabajo muscular,
dos o tres días/semana para la mejora de la potencia muscular.
La Asociación Americana de Deporte y Educación Física (NASPE,
2004) recomienda que los escolares de primaria acumulen diariamente de
una a varias horas de AF apropiada para su edad, participando en varios
periodos de AF de al menos 15 minutos, y evitando periodos extendidos de
inactividad (dos o más horas).
El Grupo EFFECTS-262 tras analizar diferentes niveles de AF en términos de
duración e intensidad, concluyeron que al menos 60 minutos diarios de
actividad moderada-vigorosa, parecen ser suficientes para evitar el exceso de
grasa corporal (Martínez-Gómez
y cols., 2010). Los resultados de este estudio mostraron, a su vez, que
acumular un mínimo de 15 minutos al día de actividad física vigorosa produce
beneficios adicionales para la prevención del sobrepeso u obesidad.
Con respecto al estado de CF, Ortega
y cols., (2005) mencionan los valores de CF del percentil 5 como posible
nivel patológico o indicador de factores de riesgo cardiovascular. Silva, Aires, Mota, Oliveira &
Ribeiro (2012) mostraron que el percentil 40, para el número de vueltas
del test de Course-Navette, es el punto de corte más preciso para
diagnosticar alto riesgo metabólico en jóvenes portugueses de 10-18 años.
Algunos estudios han constatado que poseer un nivel de CA, expresada en VO2
máx., mayor de 42 ml/kg/min para varones y 35-37 ml/kg/min para mujeres, se
asocia con un menor riesgo metabólico y de sobrepeso-obesidad (Lobelo, Pate, Dowda, Liese &
Ruiz, 2009).
En este contexto, un estudio interesante es el realizado Ortega y cols., (2011). En
este trabajo, realizado con escolares de 9 años con normo-peso se analizaron
qué determinantes hacían que los individuos
aumentasen el porcentaje de grasa corporal seis años después. Se observó que
independientemente del índice de masa corporal o el estado inicial de CF,
aquellos que mejoraron su nivel de CA redujeron significativamente el riesgo
de desarrollar sobrepeso u obesidad. En base a esta evidencia científica, se
puede afirmar que el ejercicio físico, practicado de manera sistemática y
bajo condiciones adecuadas, es una excelente estrategia de prevención del
sobrepeso y obesidad infantil. Asimismo, podría ser un objetivo prioritario
crear los contextos adecuados para brindar más oportunidades a la AF en
escolares y adolescentes como programas extraescolares de AF
lúdico-deportiva, programas extraescolares de mejora de la FM e higiene
postural, apertura de vías para acceder a los colegios en bicicleta,
instalación de equipos de gimnasia en parques recreativos, y otras; e
intentar que en el medio donde el individuo joven vive, la AF sea un valor
apreciado y, por tanto, concienciar a las familias, los educadores y el resto
de los agentes sociales de que la promoción del ejercicio físico es una
estrategia ideal para construir un futuro más saludable para los más jóvenes.
En este mismo sentido, Ahrabi-Fard
& Matvienko (2005) sugieren que las contribuciones específicas que
los docentes de educación física deben abogar para conseguir un estilo de
vida activo y saludable son: 1) favorecer en los escolares el desarrollo de
competencias físicas, sociales y cognitivas asociadas a la AF y al deporte;
2) desarrollar en el alumnado una cultura personal sobre la AF; 3) educarlos
para que sean responsables del cuidado de su cuerpo; 4) concienciarlos de la
necesidad de una vida físicamente activa; 5) planificar y organizar el uso de
las instalaciones, diseñando recreos activos, y promocionando programas de
práctica física antes y después del horario escolar; 6) evaluar y aportar
informes sobre el progreso de los escolares; 7) convertirse en un defensor de
los beneficios de la actividad física y una fuente pedagógica clave en la
comunidad educativa; 8) concienciar a los padres de la necesidad de la AF y
de una vida activa; 9) colaborar con las administraciones para fomentar la
AF; 10) ser investigadores en la práctica docente; 11) formación docente
permanente en materia de AF y salud.
Evaluación del nivel de actividad física y del estado de condición
física
En el análisis de la relación entre AF y CF en escolares y adolescentes, es
especialmente relevante la valoración de ambos parámetros. La evaluación de
la AF que una persona desarrolla en condiciones naturales y reales es
extremadamente difícil de realizar, especialmente en escolares y personas
jóvenes. En la literatura científica se han descrito más de 30 métodos
distintos para evaluar la AF, pudiéndose organizar en tres categorías: 1)
métodos de referencia como la observación directa o el agua doblemente
marcada, que ofrecen una medida muy precisa de la AF, pero son muy costosos y
complicados por lo que resultan poco viables para ser usados en estudios
poblacionales; 2) métodos subjetivos como entrevistas o cuestionarios, más
usados en estudios poblacionales por su bajo coste, aunque se sabe que son
poco precisos para evaluar el nivel AF en niños de primaria; 3) métodos
objetivos como la monitorización de la frecuencia cardiaca o la
acelerometría, que aportan información útil acerca de la duración, frecuencia
e intensidad de la AF llevada a cabo por niños y adolescentes.
Tal y como se ha sugerido anteriormente, los resultados de algunos trabajos
que han empleado métodos de este tipo indican que la relación entre AF y CF
no está bien establecida (Dencker
y cols., 2006). Se ha descrito que en escolares y adolescentes la
realización de AF se desarrolla de un modo poco predecible, intermitente y en
períodos de corta duración, afirmando que es posible que su influencia sobre
el grado de CF esté sobredimensionada (Martínez-Vizcaíno &
Sánchez- López, 2008).
Los datos procedentes del trabajo European Youth Heart Study (Ortega y cols., 2008b) sugieren que el
nivel de AF se encuentra estrechamente relacionado con el estado de CF en
adolescentes y personas jóvenes. En este estudio, se midió la frecuencia e
intensidad de la AF mediante acelerómetros y la condición cardiovascular con
una prueba de VO2 máx en cicloergómetro, concluyendo que los adolescentes
considerados activos (dedican diariamente al menos 60 min de AF de moderada a
intensa) tienen mayor probabilidad de poseer una mejor CF cardiovascular,
independientemente de su estado de maduración sexual y grado de adiposidad.
Esta evidencia se revela en un momento en el que se está produciendo un claro
y progresivo aumento de la prevalencia de hábitos de estilo de vida
sedentario con un notable descenso en los niveles de CF a nivel mundial (Ortega y cols., 2005; Ortega y cols., 2008a, 2008b; Tomkinson & Olds, 2007).
En diversos estudios se han encontrado resultados contradictorios. Se ha
argumentado que esto podría deberse a déficits en la metodología empleada,
con dificultad de obtener mediciones válidas y precisas del nivel de AF y su
influencia sobre distintos parámetros de la CF (Martínez-Vizcaíno &
Sánchez-López, 2008). Esto hace que sea de gran importancia profundizar
en el análisis de la relación entra la AF y la CF, y de éstas con la salud de
escolares y adolescentes.
Algunos investigadores apuntan que la AF se encuentra relacionada con la CF,
mostrándose esta relación de tipo causal. Además, aquellos individuos que
desarrollan distintos tipos de AF de alta intensidad (más de 6 METs) tienen
una mayor probabilidad de poseer un mejor estado de CF (Ortega y cols., 2008b). Se ha
observado que la AF diaria explica solamente un porcentaje relativamente
pequeño de la CA concluyendo también que la relación observada entre AF y CF
no es del todo consistente (Twisk,
Kemper & Van Mechelen, 2002). Los motivos esgrimidos son diversos. Se
ha reportado que las evaluaciones de AF y de CF difieren en gran medida en
cuanto a su validez y fiabilidad (Ruiz
& Ortega, 2009). Asimismo, se apunta que la AF de moderada-alta
intensidad en escolares y adolescentes no es sistemática y que la relación
entre CF y AF puede estar enmascarada, en cierta medida, por la
heterogeneidad en la composición de las poblaciones de estudio (Malina & Katzmarzyk, 2006).
Con respecto a la medición de la AF mediante cuestionarios en escolares y
personas jóvenes las limitaciones observadas han sido bien establecidas (Rodríguez-García, Pérez-Soto,
García- Cantó & Rosa, 2015). La utilización de acelerómetros es, sin
duda, más objetiva, aunque no está exenta de limitaciones que cuestionan su
validez y fiabilidad. Uno de los factores refiere a las dificultades de los
acelerómetros para registrar desplazamientos verticales mínimos como el
pedaleo, siendo una de las actividades que más practican los individuos
jóvenes. Aunque la medición con acelerómetros es más objetiva, en los
estudios que utilizan medidas de auto-reporte de la AF es requisito
ineludible presentar la tasa de sin respuesta e incluso analizar si los que
no responden difieren de forma significativa de los que sí lo hacen. En
cambio, en las investigaciones con acelerómetros no se especifica la
proporción de mediciones que se descartan por no reunir criterios de
inclusión (por ejemplo, un mínimo de tres días con un con al menos diez horas
de registro por día). Otro factor importante es el establecimiento en
condiciones de laboratorio de puntos de corte para categorizar los niveles de
AF, representando de manera poco ajustada las condiciones reales de la
actividad de los más jóvenes (Martínez-Vizcaíno &
Sánchez-López, 2008). En base a todo lo anterior, es fácil comprender la
importancia de evaluar el estado de CF. Sin embargo, para que esa evaluación
sea realmente de utilidad en el ámbito educativo y sanitario, ha de
realizarse de forma aceptablemente sencilla y fiable.
3. CONCLUSIÓN
De este trabajo se desprenden las siguientes conclusiones: 1) la CA, la FM y
el grado de adiposidad se muestran como los principales indicadores del
estado de CF en sujetos jóvenes; si pensamos en edades posteriores la
capacidad funcional se muestra como el principal indicador de salud
relacionada con la CF; 2) la CF es, quizás, el predictor más potente del
estado de salud futuro; la AF es la mejor estrategia disponible actualmente;
3) los siguientes parámetros de AF para sujetos jóvenes (e incluso adultos)
parecen adecuados para preservar la salud y mejorar la calidad de vida:
ejercicio aeróbico (15’ de alta intensidad/día o ≥ 60’ cinco veces/semana),
muscular (dos o tres veces/semana, especialmente del tren inferior) y de
amplitud de movimiento (movilidad articular y flexibilidad); 4) aunque no
exista consenso sobre la relación entre AF y CF en sujetos jóvenes, es
innegable la necesidad de realizar AF de manera sistemática para tener una
buena salud, si bien es importante la individualización de la práctica.
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Conflicto de intereses: ninguno declarado por el autor.
Financiación: ninguna declarada por el autor.
Dirección para correspondencia
Andrés Rosa-Guillamón
Doctor por la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, Murcia,
España.
Investigador asociado al Departamento de Expresión Plástica, Musical y
Dinámica de la Universidad de Murcia.
Maestro de Educación Física en el CEIP Miguel Medina de Archena, Murcia,
España.
Contacto: andres.rosa@um.es
Recibido: 20/10/2017
Aceptado: 20/05/2018
Este obra está bajo una licencia de Creative
Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
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